Además
de suponer un enriquecimiento cultural y académico, este segundo
bloque ha conseguido que regrese a mi infancia, que evoque cada
canción, cada adivinanza, cada cuento...y que esboce una sonrisa con
esos recuerdos, sacando la niña que llevo dentro de mi. Este mismo
efecto es el que espero causar yo en mis alumnos -como persona y como
profesional- cuando éstos hayan crecido, se vean en mi situación, y
rememoren aquellos momentos agradables en los que yo haya podido
participar.
Me ha
sorprendido, y no gratamente, el origen de multitud de cuentos que
creí conocer, y que sin embargo, han resultado poseer una trama muy
diferente a la que inocentemente se nos ha publicado. Aunque conozco
el germen de estos textos folclóricos y a pesar de saber por qué se
narraban, dónde, cuándo, y que no son destinados a la infancia, no
dejo de cuestionarme qué tipo de protección se les concedía a los
niños de antaño, y qué tipo de protección se les asigna a los
mismos en la actualidad.
Por
otra parte, es sabido por todos que la popularidad de las canciones
folclóricas se desvanece generación tras generación, así como los
juegos que van unidos a ellas. De forma introspectiva, creo que es
una lástima, y que está a nuestro alcance -como futuras maestras-
recuperar la pasión por las mismas y convertirnos en un eslavón más
de la cadena que impida que se pierdan en el olvido.
En un
futuro, me gustaría darle tanta importancia a la literatura de autor
como a la folclórica, incluyendo en ella cuentos, poemas,
adivinanzas, juegos, canciones...tratando de mantener así la
tradición popular. La imaginación da un margen de coyuntura más
que flexible para trabajar con este recurso, desde crear entre todos
nuestra propia versión de un cuento folclórico, hasta participar en
un libro viajero para que “papis” y alumnos escriban canciones o
poemas populares...
Perfecto.
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